Júpiter - que en el cielo del Paganismo asoma
con el supremo brillo de la más noble estrella -
de un cisne se depara la forma blanca y bella
por que Leda le embriague de su carnal aroma.
El Espíritu Santo - que la Iglesia de Roma
consagra en la trimurti donde su Dios destella -
por gozar el aroma de la núbil doncella
viste la forma bella de nítida paloma.
La paloma y el cisne! Siempre el blancor alado,
siempre el albor con alas, en inefables curvas,
propicio a los misterios del divino pecado!
Oh cisnes y palomas! Oh pájaros propicios
a Dios en celo! Adoro lo que ignoran las turbas
en vosotros: el alma de los sumos fornicios...
Alfredo Arvelo Larriva, 1883-1934, Venezuela
in "Sones y canciones", Caracas, 1996)
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sábado, abril 29, 2006
sexta-feira, abril 28, 2006
Que los ruidos...
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.
Oliverio Girondo, 1891-1967, Argentina
in "Espantapájaros", 21)
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.
Oliverio Girondo, 1891-1967, Argentina
in "Espantapájaros", 21)
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