domingo, outubro 23, 2005

Destrucción de la Mañana

1

Y de pronto una voz, mirada, un gesto
tropieza con mi idea de mí mismo
y veo aparecer en el espejo
a un ser inesperado, insospechado,
que me mira con ojos que son míos.

Ese desconocido que soy yo.
Ese al que los demás se dirigían
al dirigirse a mí, sin yo saberlo.
Ese irreconocible ser inmóvil
que inspecciona mis rasgos hoscamente.

En vano apremio al otro, el verdadero,
a aquel que unos segundos antes yo era.
Sólo está frente a mí, con ceño adusto,
ese desconocido inesperado
que me mira con ojos que son míos.

2

Trato de dar con una explicación.
-«Será un fugaz defecto de mi vista.
O mi retina habrá atrapado al vuelo
una imagen disforme, ahora atascada».

Y llamo a mis hermanas y a mi hermano.
Mas me detengo al verlos silenciosos
con aire interrogante. De repente
no aparentan ser ellos los que busco.

¡No conozco estas caras familiares!

Ni esa expresión cansada, sondeadora,
que se enfrenta conmigo, como un muro
que se extraña que quieran traspasarlo.
¡No sé de esas facciones ya marchitas!

Las capto con asombro. No hay recelo
en sus ojos. Tal vez no se dan cuenta
del cambio que han sufrido. O forman parte
de una conspiración para encubrirlo.

3

Vuelvo a mi habitación desalentado.
Todo se muestra igual mas desconfío.
Quedo en la oscuridad sin atreverme
a volver a encarar al que detenta
el privativo espacio de mi cuerpo.

¡Ese con el que intentan suplantarme!
Yo no quiero ese cuerpo ni por sombra.
Exijo el cuerpo de antes, el que es mío,
el que consta conmigo en los retratos.

Este cuerpo no sirve. Cada día
pondrá dificultades a mi mente.
Me atará con tenaces ligaduras
a su propio existir que desconozco.

Corroerá el pensamiento, mis deseos
y todo lo que soy lo echará a un lado
para hacerme su esclavo. Y ya jamás
seré quién soy, he sido, quién sería
si me dieran más tiempo con mi cuerpo.

4
Si me dieran más tiempo con mi cuerpo,
con el otro, el antiguo, el que era mío,
iría apresurado a recoger
todo aquello que me correspondía.

Lo que debía ser mío estos años
en que el lino elabora su blancura
y el hombre se elabora de sus sueños.
Lo que sentía mío aun siendo de otros.

No puedo dirigirme ya a la cita
donde esperan mis grandes ambiciones
que las vaya a abrazar. Ya no es posible
decirles: -«Aquí estoy». Con este extraño.

No reconocerían quién soy yo.
Si me dieran más tiempo con mi cuerpo...
Si mi cuerpo, el de ayer, me devolvieran
todo cuanto yo ansío él me traería.

5

Salgo a la calle. Es noche. Exacta, idéntica
a tantas otras noches. Caras jóvenes,
tersas, ajadas, viejas... ¿Entre cuáles
me clasificarán a mí esas caras?

Me mezclo entre la gente avergonzado
de la identidad falsa que conllevo.
Temiendo que averigüen que un intruso,
otro cuerpo, ahora ocupa el que era mío.

No sé disculparme de mi imagen.
Advertirles: -«No soy este que miran».
Rebusco si distingo entre los otros
un signo que me indique que soy yo,

el de antes, todavía, el ser que muestro.
Camino intimidado. Pero nadie
se alarma si transito por su lado.
Cual si fuera invisible a sus pupilas.

6

Ando con mi otro cuerpo por la calle.
Me detengo un instante junto a un grupo.
Unos muchachos jóvenes discuten
con gestos impacientes. -«Que hagan sitio.
No nos deben negar facilidades».

Asiento interiormente y me dan ganas
de sumarme a sus voces. Les escucho.
Son míos sus anhelos. Soy como ellos.
Me siento entre los míos nuevamente.

Como esa casa sola en un camino
que al tener compañía de otras casas
experimenta orgullo de ser pueblo.
-«Debemos reclamar nos abran paso
para así demostrar nuestra valía».

Con la sonrisa apruebo sus palabras.

Mas noto que me escrutan hostilmente.
Y entonces me doy cuenta que no soy
sino lo que revela el yo fingido.
Que mi sitio ha cambiado con mi aspecto.
A mí también incluían sus palabras.

Mas no sé qué ceder si nada guardo.
Si a nada yo he accedido todavía.
Si al igual que ellos grito a los mayores:
-«Hacedme sitio, ineptos». Pero en balde.

No hay sitio para nadie en parte alguna.
Apretujados todos maldecimos
pidiendo amor, dinero y gloria a costa
de quien sea y lo tenga. De regalo.
O a cambio de qué sea. A cualquier precio.

7
Es la angustia, la angustia de existir.
La angustia de pensar todos, cada uno,
que en torno hay enemigos sólo y fuera
del alcance de nuestras manos todo.

Es una muda angustia la que fluye
inagotable sobre las aceras.
La que entra, desbordándose, en las casas
e inunda los hogares de silencio

8

Entro en un cine. Al fondo, la pantalla
ilumina los sueños de la gente.
Uno se aísla en héroe unos minutos.

Uno vive en la vida que desea.
Uno vive en azares, en amores,
aventuras... Y vence todo obstáculo.
Qué agradable es vivir de esa manera.

Los personajes logran triunfo, amor...
Todo resulta fácil y sencillo.
Conmigo nada fue de esa manera.


9

Miro a mi alrededor. De la penumbra
surgen enamorados que se besan.
Otros siguen el film atentamente.

¿Será, quizá, el amor lo que han logrado?
¿O sólo una muchacha a quien besar
como las que yo llevo algunas veces?

Seguro que hay amor. Como el del cine,
como aquel que palpita entre los libros
o el que uno se imagina estando a solas.

Mas yo no tuve suerte. O persistencia.
No sé de un gran amor. Sí de pequeños.
Únicamente rozo nuestras nimias.

Breves, menudos cielos para el tacto,
los sentidos. Tristeza que da al alma
diminuto dolor. Amor pequeño.

Sólo un amor minúsculo y no obstante
me creo tan capaz de un amor grande,
de ese amor que aparece en libros, cine...


10

No es posible que no haya una mujer
igual que mi arquetipo. En las ciudades
circulan por millares, por millones.

Y mi única estará entre todas ellas.
No es que sea un iluso. Lo que ocurre
es que no di con ella todavía.

Aún no la descubrí. Y el tiempo corre
remolcando mi vida. No se espera
a que acuda hasta mí la que pretendo.

Y esa presura implica más conflictos.
Veo emplazar barreras y abrir fosos
en llanos que estimaba inalterables.


11

Y ha de ser cada día más difícil.
Ya no se acercará a mí desde el alba.
Su tierna adolescencia detendrían
letreros de «Prohibido», «No», «Ya es tarde».

¿De dónde llegará? Si en su figura
deslumbra el mediodía, otros amores
habrán puesto en su oído usados sueños.
Y con cierta aprensión ambos tendríamos
que perdonar minucias trascendentes.

Cubrir con alegría la tristeza
de no habernos hallado el uno al otro
en la estación de amar, cuando se es joven.
¿Y si nunca llegara yo a encontrarla?


12

Si pudiera volver a mi pasado...
Quizás en mi pasado ella sí estaba
y yo no supe verla. Está tal vez
en él aún esperando y yo lo ignoro.

No es posible volver. Nada es posible.
Es todo tan distinto a lo soñado.
He de seguir en mi hoy. Confuso. Solo.
Aislado. Limitado yo a mí mismo.


13

Salgo a la calle. Dudo hacia cuál lado
dirigirme. Da igual un sitio que otro.
Todas las direcciones se bifurcan
en incomodidad o aburrimiento.

De la alta oscuridad baja la lluvia
tropezando en las ráfagas del aire
y se agarra al cabello, manos, traje...

Es bueno caminar en la llovizna.
Es bueno andar despacio bajo el agua.
Sin rumbo uno asimismo, lluvia y viento,
como agua y soplo, nada, por la calle.


14

Los nudillos golpean los cristales
de un bar en una esquina. Hasta mí arriba
mi nombre que me busca entre la lluvia.

Es grato oír el nombre que uno lleva.

Es grato descubrir que uno aún importa.
Que importa a sus amigos que le llaman
cuando pasa uno andando por la calle.


15

Me acerco adonde están. El bar alberga
una concentración de espesas sombras
que se agitan con ruido y gesticulan
en el local oscuro. Como arañas

las lámparas descienden desde el techo
y acechan los grupitos de las mesas.
Y unos rostros sonríen saludándome.
¡Esas caras no son de mis amigos!

Son sus caricaturas despiadadas
hechas por enemigos implacables.
Y ellos estarán viendo al que me usurpa
sin mostrar estupor. Por si lo ignoro.

Es este nuevo cuerpo el que confunde
a la gente. Son estos nuevos cuerpos
ilícitos que a todos nos habitan
los que impiden la antigua convivencia.


16

Es falso el entusiasmo de las voces
y todos lo sabemos. Mas se charla
para evitar preguntas que en las sombras
aguardan con temor que se las llame.

Y se beben cervezas cual si fuera
a batirse algún record para el Guiness

Nadie pregunta nada. Se discurre
y alborota de cosas que no importan
para aclarar aquellas importantes
que duele mencionarlas por frustradas.



17

Según luce en la historia, algunos hombres
a mi edad, nuestra edad, ya disponían
del poder, de la gloria, del dinero...
Les llegó por la herencia o por la suerte.

Mas miramos a aquellos, unos pocos,
que escalaron las cimas más lejanas
a base de un esfuerzo sobrehumano.

El que nos propusimos emprender
y ninguno ha cumplido. Nuestros sueños
quedaban a jirones entre riscos
que nos era imposible superar.

O abandonaron demasiado pronto,
cuando se presentaba, rudamente
insalvable, cualquier dificultad.


18

Ya no me inquieren: -«¿Cómo van tus libros?
A ver si los envías a algún premio
de esos tan millonarios que hay a espuertas
y te haces rico y célebre un día».

Yo siempre contestaba con despego:
-«No confío en los premios. Lo que escribo
es muy original, muy diferente
a lo que están haciendo los demás».

Tal vez ahora ya saben que mandaba
en verdad mis trabajos a concursos,
sin que mi nombre nunca apareciese
ni siquiera en la previa selección.


19

Y pateé con tesón la senda ingrata,
sembrada de esperanzas y amarguras,
de las editoriales. Fortalezas
altivas. Dura piedra. Inexpugnables.

Nunca el Departamento Literario
requirió mi presencia a su oficina.
Y siempre el manuscrito repelido
regresaba apenado hacia mi casa.

Me faltaba el marchamo seductor
de un nombre consagrado. Me daba ánimos:
-«Les conturba mi modo de expresarme».
Me exculpaba: -«Me avanzo a los de mi época».

De súbito comprendo que el constante
gotear del trato unánime avisaba
que mis textos quedaban por debajo
del listón que marcaba cotas mínimas.

Me sobrevaloré demencialmente.
Confundí vocación por mi deseo.
Pugnaba para ser un elegido
y ni estaba en el grupo de llamados.


20

¿Cómo he tardado tanto en darme cuenta?
Los datos anunciaban claramente,
hasta con fluorescentes de colores,
que había un error grave en mis esquemas.

Me obcequé en proseguir, empecinado
y tenaz, por la senda equivocada
-los datos recalcábanlo insistentes-
para llegar así a ninguna parte.


21

Bebemos sin cesar. Copiosamente.
Semejantes, rodeados por las sombras,
sombras también nosotros ¿o lo somos?
de aquellos que a ser íbamos los que éramos.

Estamos a años luz de quienes fuimos.
De aquel grupo de jóvenes, cada uno
apretando en las manos sus proyectos.
¿Tan sólo frustración es el ser joven?

Y les digo: -«Parece ayer clamábamos:
"Haced sitio. Queremos ser iguales
sin distinción de edad. Triunfe el que valga.

Abrid paso, mediocres, a los genios".
Estáis aquí a mi lado. Estamos juntos
asidos a la soga del fracaso.

¿Por qué gritabais, pues, por qué gritabais?
¿Por qué gritaba yo? ¿por qué gritábamos?
¿Y por qué gritan ahora los más jóvenes
si jamás nos es dable alcanzar nada?»

Pero nadie contesta. Ni yo mismo
percibo el movimiento de mis labios.
Estoy hablando solo, interiormente
Deprimido, me voy sin despedirme.


22

El aire es fresco, frío, por la calle.
Me estremece un molesto escalofrío.
Si pudiera arrumbar en un portal
mi figura, tirada como inútil...

Regalarla a un anciano y yo adquirir
un cuerpo más acorde con mi mente.

Si vislumbrara el medio de evadirme...
Librarme de esta forma y ocultarme.
Soltarla y que vegete por las plazas
igual que esas que vagan como autómatas.

Mas de mí no se aparta. Tercamente,
ceñuda, va conmigo. No me deja.

Escucho sus pisadas que son mías
resonar duramente sobre el suelo,
donde la altiva nube de hace poco
se arrastra, ya vencida, humildemente.


23

Me detengo a fijarme en otros cuerpos.
Gordos, delgados, altos, grandes, bajos.
Cuerpos pequeños, ínfimos, enormes,
huesudos, desgarbados y contrahechos.

Vigilo cuando allegan a mi lado
por si entre ellos surgiera, de improviso,
el cuerpo que tenía, ansiosamente
buscándome, él también, entre el tumulto.

Pero no hay más que viejo en la calle.
Cabellos blancos, calvas... Las arrugas
aran la piel rojiza de las caras.
Caras sonrientes, tristes. Todas viejas.

Son montones de células extintas
pegadas a proyectos de cadáveres.
Las estudio con odio y repugnancia
como si fueran copias de mis rasgos.


24

Paso ante un Pub y maquinalmente entro.
El Black and tan se agita insomne, incómodo
tras la barra del bar. El altavoz
sibilino matiza su desgarro.

Debe ser noche de Ellington. Creole
love call se despereza suavemente.
Su sinuosa caricia se introduce
turbadora en la sangre y los sentidos.

Una mujer tropieza con mi hombro.
Me sonríe. Sonrío. Nos miramos.
Qué agradable es tener a una mujer
que nos mire a los ojos y sonría.

Es joven y es bonita. Pelirroja.
No hay mejor compañía para el hombre
que el cuerpo femenino de amplio escote.
Qué bien se está a su lado revisándolo.

Es mejor la bebida, hablar, la risa...
Todo sabe mejor si está presente
una mujer bonita. Más si es joven.
Incluso estar de pie. O ir en taxi.


25

Qué tierno es el abrazo, el roce
de su piel, tan suavísima, en la mía.

Qué agradable es tener una mujer.

Y qué grato el cansancio placentero
que adormece la sangre dulcemente.


26

Al despertar es como haber dormido
meses en este incómodo camastro.

Junto a mí se da vuelta una mujer.
Duerme profundamente. No sonríe.

Miro el reloj. Las cuatro menos cinco.
No es bonita. No es joven. ¿Cómo pude
acostarme con ella si a mejores
yo rechacé otras veces? Me levanto.

Debía estar borracho. Aún otro día
perdido, malogrado. Como siempre.

En silencio me visto y al marcharme
ella sigue en letargo. Ronca un poco.


27

Es absurdo vivir. Y duele mucho.
Mi vida no era al mundo necesaria.
No soy más que un estorbo para algunos
y un estorbo también para mí mismo.

Y así somos los más. Unos objetos
molestos arrojados a la vida
que aparta alguna gente cuando avanza.
Todo ha salido mal. Todo mal sale.


28

El aire es fresco, frío, por la calle.
Aposté mi fortuna a un solo envite
creyendo, apresurado, que tenía
los naipes de escalera de color.

Y resultó un farol al enseñarlos.

Nunca podré tener acceso al podio.
No es válida la entrada que poseo.
Toda mi vida he estado en la estación
donde no pasa el tren que yo aguardaba.


29

Me había ya olvidado del intruso,
el que ahora va conmigo, el que yo soy.
Se refleja en un vidrio, mas no admira
las muestras que se exhiben en la tienda
pidiendo las libremos de su encierro.

Me espía a mí. Indagamos de hurtadillas
si hay alguien que repare nuestro examen.
La acera está vacía en todo el tramo.
Y reviso sus rasgos fríamente.
Con imparcialidad. Neutral. Ecuánime.

Intenta sonreír, mas su sonrisa
es un gesto forzado que desvela
arrugas en el rostro del yo espurio.
Me mira consternado. Con desánimo.
Vuelvo la espalda y cruzo la calzada.


30

Es injusto querer justificarse
uno ante sí arguyendo: -«No hubo suerte».
Esto es lo que se imparte a los demás.
La verdad la sabemos bien cada uno.

Uno no puede dar lo que no tiene.

Las cosas son así. Nadie es culpable
en la mezcla confusa, tiempo y vida,
que nos forma y deforma indiferente.

Soy de los más que estamos ahí, ahogándonos
en la propia corriente que nos nutre.

Como el sol detenido en la pared
que empuja su calor contra las piedras,
apretujados todos. Maldiciendo.

Maldiciendo a los otros. Maldiciéndonos.

Podemos, sí, decir que hemos vivido.
Como el que ha realizado una tarea
penosa, decir cada uno: -«He vivido».
Que es igual que afirmar: -«He fracasado».


31

Me paro ante una iglesia altiva, estática,
emboscada en la noche, como un monstruo
enorme dormitando a la intemperie.

Un día ella fue centro jubiloso
de una palabra mágica, increíble.

Una palabra sola, inmensa, grande.
Cabía el mundo entero en ella: Dios.
Era ella el mundo entero. Más aún.
Era, ella, sola, el mundo. Tan sólo ella.

Pero nuevas palabras la acosaron
golpeando su distante placidez.

Y roto el cascarón vertió su nada
viscosa: no conciencia tras la muerte.
No hay por qué lamentarse. En mí ya es hábito
perder. Tanto en lo abstracto como físico.

Me aparto resentido. Entre unas ramas
con precaución se asoma una farola.


32

Si pudiera volver a mi pasado...
A aquella adolescencia ingenua y tímida.
A la incógnita que representaba
para mis familiares, para mí,
mi porvenir repleto de promesas.

Yo sería importante y poderoso.
No sabía por qué, cómo ni cuándo.
Pero ello no importaba. Lo sería.
Estaba destinado a grandes cosas.

Los diarios dedicáranme amplias páginas.
Tendría que firmar miles de autógrafos.
Y fuera mi intelecto celebrado.

Me admirarían todos. Aun aquellos
que me mostraran sólo indiferencia.
Un día no sé cómo, por qué, cuando,
yo sería importante y poderoso.

Todo ha salido mal. Quizá no he hecho
bien las cosas. No di con la manera
apropiada, tal vez, para que salgan
bien las cosas. O porque emprendí cosas
que nunca me podrían salir bien.


33

Y estoy envejeciendo. Mas rechazo
esta figura mía en el camino
del penúltimo tramo de la vida.
Antes tengo que usar la juventud.

Estos años atrás, que dicen jóvenes,
tuve que dedicarlos a buscar
amor, gloria, dinero... No podía
detenerme a vivir. Era lo urgente
atrapar el amor, gloria y dinero.

Debía sorprenderlos en atajos
que irían señalándome mis obras.
¡Estaba tan seguro! Ganaría
un lugar prominente en el Olimpo.
Y trabajé y sufrí. No tengo nada.

Necesito más tiempo de ser joven
pues trabajé y sufrí para poseer
amor, gloria y dinero siendo joven.
Y nada he conseguido. Ni ser joven.


34

Debía haber vivido diariamente.
Vivir no más allá de cada día.
Plenamente vivir todos los días
pensando en cada día que se vive.

No en el vivir de ayer, mañana... El día
solo de la existencia cotidiana.
El día que se vive diariamente.
Ese día que nunca yo he vivido.


35

Si oteo mi pasado sólo avisto
recuerdos agradables de películas
y libros. La ficción y personajes
asumidos por mí como algo propio.

Y sueños inventados que sembraba
para segar amor, gloria y dinero.

Cual si mi vida real hubiera sido
la vida no vivida por mi cuenta.
Cuando he debido hacerlo por mí mismo
todo ha salido mal. Y aún mal me sale.


36

¿Acaso soy mejor yo que los otros?
¿Son mi cuerpo y espíritu especiales?
¿Acaso soy yo un héroe excepcional
de esos de las películas y libros?

He de asentar los pies sobre la tierra.
Verme como el sinónimo ruinoso
de uno más del tropel de los humanos.
Alguien muy parecido a aquellos otros
que yo he menospreciado muchas veces.

¿Por qué, pues, no sumarme en el gran número?
¿Y por qué no me acepto en mi destino
si es vano rebelarse? No se puede.
No es posible escapar de lo que es uno.


37

Es triste, y tal vez grato, demostrarse
ínfimo, incomprendido, desdichado.
Deambular por la vida como gota
minúscula aferrada a una gran nube.

El ser ha regresado a sus fronteras
primeras, las recónditas, su esencia.
Casi aturdido germen reducido
a sí mismo, en sí mismo únicamente.

Solo consigo mismo. Aun excluyéndome
a mí que formo parte de ese yo último.
De ese yo incomprendido, desdichado,
capaz de renunciar hasta sí mismo.


38

¿Qué experimentaron los que han triunfado?
Los que el éxito ha aupado a los altares
de la televisión en horas punta.
Su existencia será maravillosa.

Se instalan en lujosas suites de hoteles
con los precios de vértigo, asediados
por mujeres bellísimas, fruyendo
bebidas y manjares exquisitos.
Admirados, mimados, envidiados
por una multitud que les aplaude.

Y es risible que enuncien que los célebres
de hoy son los olvidados de mañana.
Yo paso por la vida de olvidado
sin haber sido célebre un instante.


39

Nada ha salido igual a lo pensado.
Pero entonces ¿por qué se nos impuso
guardar en la razón la miel del sueño
si nos impiden luego degustarla?

Hubiera sido mucho más piadoso
el habernos dejado en la frontera
del no pensar, sentir, no soñar nada.
Quedar en el no ser, nunca haber sido.

Cuánto dolor se ha ahorrado y cuánto odio
ése, el que no ha nacido, aunque lo ignore.
Lo sabemos nosotros que vivimos,
que intuimos la nada. Y lo envidiamos.


40

Subo las escaleras de mi casa
despacio, descontento, taciturno.
Tan sólo un pensamiento me conforta:

Las casas están llenas de frustrados.
De seres, como yo, sin aptitudes
para ser singulares en enjambres
pese a aspirar brillara su luz propia.

Y poco a poco fueron acogiéndose
a un amor, profesión, final destino
que no era el que anhelaran. Y están solos.


41

Entro en mi habitación. Entramos ambos
mutuamente, eludiéndonos, sombríos.
Está cansado. Noto su cansancio.
Antes no me cansaba con mi cuerpo.

Le miro en el espejo. Está en silencio.
Abatido. Presume su derrota.
Pesaroso. Le escupo varias veces.
Tal vez me compadece y le doy lástima.

Acaso me comprende y me disculpa.
Quizás él también sufre al conocerse
indeseado en mí y juzga que es inútil
pretender que tolere su presencia.

Le aborrezco, es verdad. Y mi desprecio
se extiende por su rostro palidísimo
como áspera maleza por el monte.
Y golpeo el cristal que me lo muestra.

Hasta que le hago huir de mi mirada
sangrándole las manos. ¿O son mías,
por el dolor que corre entre los dedos
y vocifera alertas a mi mente?

Pero está ahí, en el suelo. En mil lugares
se distingue su faz atribulada
que me observa. Y transforma su expresión
en la actitud absorta que era mía.


42

Dejo correr la sangre de las manos.
Acostado en la cama la examino.
Las sábanas la sorben dulcemente
con la quieta avidez de su blancura.

Brota incesantemente. A borbotones.
Tibia y curiosa asoma a mis muñecas
y escapa presurosa de mis manos.

Son manos de vencido. Ellas debían
coger la gloria, amor, coger dinero.
Un día las creí capaces de ello.

Pero nada aprehendieron. No eran hábiles.
O el empeño excedió su exigua fuerza.
Pobres manos humildes y vacías.

Tiemblan un poco. Tiemblan asustadas.
Asustadas y débiles parecen
pedir excusas porque son mediocres.

Les sonrío a mis manos. Las levanto
y las uno. Las siento desvalidas.
Y atisbo como repta sigiloso
ese zumo tan rojo de la vida.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
"Destrucción de la Mañana"
Ediciones DVD, Barcelona, 1988)

sábado, outubro 08, 2005

Broadway

El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces por el tiempo.

El recíproco amor es lo más bello.
Lo sabemos los dos. Pero es muy grande
el vacío que se abre entre el amor
que se ha ido y el amor que aún no ha llegado.

¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza
si es posible colmarlo de sonrisas?

Si se ha ocultado el sol pueden los faros
del coche iluminar la carretera.
Mientras llega otro amor buscando el nuestro
juguemos, sólo juego, a enamorarnos.

Juguemos a querernos, sin querernos,
hasta el día en que alguno de los dos
vuelva a sentir amor por cualquier otro.
El amor es hermoso aun como juego.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Times Square I

Me encanta transcurrir por las calles
pobladas de muchachas que, a mi paso,
«Rubio», «Cielo», «Tesoro», «Ven aquí»,
susurran. Es magnífico el paisaje.

Ni me hablen de los valles ecológicos.

Es como disponer de un gran serrallo
y elegir la que uno halla apetecible
para un rato. Y después escoger otras
si uno quiere y si tiene nuevas ganas.

Y todo por un precio razonable.

Qué acierto es ese oficio inestimable
de la prostitución. Todas las partes
involucradas sienten, satisfechas,
que han dado menos de lo recibido.

Debiera promoverse más su práctica.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

West 32nd Street

No quiso comprender que había acabado.
Se cansa hasta la rosa de ser rosa.
Se cansa la botella de su vino.

Esperaba en la calle cada noche
que saliese al balcón y la llamase.
Entonces traje a casa otra mujer.

La sacaron del río un mediodía
cuando el sol sudoroso caminaba
pegándose a la sombra de las casas.

Tumbado en la colina vi su entierro.
Y me sentí tan leve y descansado
como esa nube ociosa de la tarde.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Bedford Street

Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».

«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».

Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente. Más intenso.

Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y colores.

No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era comprensible.

Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me objetó. «Ya lo he probado.

Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental, pero en lo físico»

Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo suavemente.

Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba lento.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Avenue of the Americas

Podemos elegir entre estar juntos
y hacernos mutuamente desgraciados.

O separarnos ahora y ser también
cada uno por su lado desgraciados.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Prince Street

Debiera liberarse la mujer
de la opresión en que la tiene el hombre.

Bien es verdad que algunas son verdugos
que sin piedad castigan a sus machos.
Mas, por lo general, es la oprimida.
No cuenta como igual individualmente.
Se la ha apartado a un lado y asignado
las funciones higiénicas más bajas:
es cubo de basura de los hombres.

Resulta incomprensible su obediencia
a unas normas injustas desde siglos.
Parece resignada o adaptada,
incluso unas contentas, a estar presa
de algún dictadorzuelo cruel e imbécil
que la veja y le exige una sonrisa.

Sus razones, supongo, habrá tenido.
O, acaso, ha sido un simple experimento
ese dejar hacer. Mas comprobado
de manera exhaustiva que los hombres
no logran resolver la convivencia,
debiera liberarse la mujer.
Y asumir, ella, el mando de la especie.
Nosotros ya tuvimos nuestro tiempo
y hay que reconocer que fracasamos.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Kennamore Street

Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

Yo quiero que te sientas tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.

Yo quiero que te asomes a cada hora
como un preso aferrado a su ventana
y que sean las piedras de la calle
el único paisaje de tus ojos.

Yo deseo tu muerte donde estés.
Aprenderé a rezar para lograrlo.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Elisabeth Street

Hoy me ha dicho mi madre: «Ya he tenido
en mis brazos los hijos de mis hijas.
Quizás un día alcance a ver los tuyos».

Yo no la he contestado. No acostumbro
a hacerlo. Rara vez. Sigo comiendo
mientras leo un periódico cualquiera.

Pero ella no se queja. No se queja
de mi duro silencio. Envejecida
queda ante mí, distante, humildemente.

Y ella debe haber sido, de mi vida,
el centro importantísimo en mi infancia.
Ahora es un casi olvido de la muerte.
Cual si estuviera muerta su presencia.

Yo no le digo nada. Me molesta
que esté pendiente siempre de mis actos,
con afán de ayudarme, de serme útil.

Me siente desdichado. Y piensa, acaso,
darme una solución. Dice, por eso:
«Quizás un día alcance a ver tus hijos».

Sin haber terminado de cenar
he salido de casa. Tengo que huir
de mi entorno, de mí. Ser yo, distinto.

No es fácil escapar de lo que es uno.
A veces se consigue, por un tiempo,
con un libro. O el cine. O la bebida.
Miro la cartelera de espectáculos.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

Doyers Street

No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.

Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa tan siquiera.

Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse entre estos muros.

Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
¿Cómo cobijar, pues, un gran amor?

No es lógico esperar. No vendrá nunca
un éxito, un amigo, un gran amor.

Debiera de una vez cerrar la puerta

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

William Street

Las mujeres que quiero van con otros.

Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una risa,

el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos...
Esas cosas descubro sólo en otras.

Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me equivoco de mujer.

Las mujeres que quiero van con otros.

(José María Fonollosa, 1932-1991, Espanha
in "ciudad del hombre, new york"
Ediciones El Alcantilado, 2000)

domingo, setembro 25, 2005

Meia noite na quitanda

- Cem reis de jindungo
Sá Domingas

o sol
entrega Sá Domingas à lua
nas quitandas dos musseques

E a quitandeira esperando

- Cinquenta reis de tomate
três tostões de castanha de cajú
um doce de côco
Sá Domingas

Ela vende na quitanda à meia noite
que o filho
está na estrada
precisa de cem mil reis
para pagar o imposto

o sol deixa Sá Domingas
na quitanda
e ela deixa o luar

Um tostão
dois tostões
três tostões
que o coração de Sá Domingas
sofre mais do que o corpo na quitanda.

(Agostinho Neto, 1922-1979, Angola
in "Poemas", Cadernos Capricórnio 28/29
Opal, Lobito, 1975)

Caminho do mato

Caminho do mato
caminho da gente
gente cansada
Oóó - oh!

Caminho do mato
caminho do soba
soba grande
Oóó - oh!

Caminho do mato
caminho de Lemba
Lemba formosa
Oóó - oh!

Caminho do mato
caminho do amor
amor do soba
Oóó - oh!

Caminho do mato
caminho do amor
do amor de Lemba
Oóó - oh!

Caminho do mato
caminho das flores
flores do amor.

(Agostinho Neto, 1922-1979, Angola
in "Poemas", Cadernos Capricórnio 28/29
Opal, Lobito, 1975)

Quitandeira

A quitanda
Muito sol
a quitandeira à sombra
da mulemba.

- Laranja, minha senhora
laranja boa!

A luz brinca na cidade
de claros e escuros
o seu quente jogo
e a vida brinca
em corações aflitos
o jogo da cabra-cega.

A quitandeira
que vende fruta
vende-se:

- Minha senhora
Laranja, laranjinha boa!

Compra laranjas doces
Compra-me também o amargo
desta tortura:
a vida a rastejar.

Compra-me a infância de espírito
este botão de rosa
que não abriu;
princípio impelido ainda para um início.

Ah!
Laranja, minha scnhora!
Esgotaram-se os sorrisos
Com que chorava
Eu já não choro.

E aí vão as minhas esperanças
como foi o sangue dos meus filhos
amassado no pó das estradas,
enterrado nas raças
e o meu suor
embebido nos fios de algodão
que me cobrem;
como o esforço foi oferecido
à segurança das máquinas,
à beleza das ruas asfaltadas,
de prédios de várias andares
e à comodidade de senhores ricos.

A alegria dispersa por cidades

e eu
me fui confundindo
com os próprios problemas da existência.

Aí vào as laranjas
como eu me ofereci ao alcool
para me anestesiar
e me entreguei às religiões
para me insensibilizar
e me atordoei para viver.

Tudo tenho dado
até mesmo a minha dor
e a poesia dos meus seios nus
entreguei-a aos poetas.

Agora,
vendo-me eu própria.
- Compra laranjas,
minha senhora!

Leva-me para as quitandas da Vida.
O meu preço é único:
- sangue.

- Laranja, minha senhora
laranja boa!

Talvez vendendo-me
eu me possuo.

- Compra laranjas!

(Agostinho Neto, 1922-1979, Angola
in "Poemas", Cadernos Capricórnio 28/29
Opal, Lobito, 1975)

Poesia africana

Lá no horizonte
o fogo
e as silhuetas escuras dos imbondeiros
de braças erguidos.
Na ar o cheiro verde das palmeiras queimadas.

Poesia africana.

Na estrada
a fila de carregadores bailundos
gemendo sob o peso da crueira.
No quarto
a mulatinha de olhos meigos
retocando o rosto com rouge e pó de arroz.
A mulher debaixo dos panos fartos remexe as ancas.
Na cama
o homem insone pensando
em comprar garfos e facas para comer à mesa.

Na céu o reflexo
do fogo
e as silhuetas dos negras batucando
de braços erguidos.
Na ar a melodia quente das marimbas.

Poesia africana.

E na estrada os carregadores
no quarto a mulatinha
na cama o homem insone.

Os braseiros consumindo
consumindo
a terra quente dos horizontes em fogo.

(Agostinho Neto, 1922-1979, Angola
in "Poemas", Cadernos Capricórnio 28/29
Opal, Lobito, 1975)

Romance de Dionisos duriense

Dionisos do Douro!
Pêlos no púbis como um homem,
Calos nas mãos ossudas!
E bêbado de mosto e de alegria
A luz da negra noite e do claro dia!

MIGUEL TORGA



Do Marão a Montemuro
Voa uma águia de vinho.
Agosto já está maduro
E a uva rasga caminho.
Serra de cimo insubmisso,
Altos que ninguém agarra,
Verdejante os verga o tirso
Do deus de pénis e parra.
Com bucólica de cabras,
Lá nas ribas mais acima,
Em geios que Baco cava
Verdor de sol é vindima.
Enfrascados nas videiras
Correm cantos sem cabrestos;
Submissos às garrafeiras
Caem os cachos nos cestos.
A noite esfolha cantigas
E na cheia do bailar
Peludas pernas antigas
Sangram o bago no lagar.
Lume em chão de rosmaninho
Vareja a chula rabela;
Dança que se funda em vinho
Enleia o ar que a rodeia:
Onde o deus ergue o seu corno
Broncos corpos ganham asas,
Roda que roda e em torno
Dos corpos giram as casas.
Rio Douro borrachão!
Nas tuas águas tem brio:
A vinha está com pulgão
E vai lavar-se no rio.
De Baco a flauta e o tambor
Rompam que a praga não vinga!
Setembro vindimador
Não há-de negar a pinga.
Meninas de virgos quedos
Venha vinho até tombar!
Se tombardes nos vinhedos
De Baco haveis de emprenhar.
O sol que espincha das uvas
Beba a velha até cair!
O vinho em carnes viúvas
Rosas rubras faz florir.
Ó justiça da parreira
Que se cumpre nas adegas!
No comum da bebedeira
Rico e pobre são colegas.
Dívidas, dores, enxaquecas,
Escravos do mundo credor!
Despejem-me essas canecas
Que o vinho é bom pagador.
Culpas de bocas atadas!,
Esvaziem-me essa malga:
No vinho está perdoada
Pena que a alma nos salga.
Soldado que vais para a guerra,
No vinho o furor atarda:
O deus que dá a taberna,
À ira tira a espingarda.
Corra o beijo na orgia!
Àquele que o agarrar
A morte perdoa o dia
Em que o devia levar.
Liberal o deus bacante
Dá no vinho o que é preciso:
O amor que inspira o instante
De apurar o paraíso.
Dionisos duriense
Vinhateiro das escarpas!
Não há ferida que não pense
O bago que à pedra sacas.
O vinho é sangue de Cristo,
Dizem vozes, mas no agro
Onde a uva rasga o xisto,
Vinho é o sémen de Baco.

(Natália Correia, 1923-1993, Portugal
in "O Armistício"
Publicações D. Quixote, Lisboa, 1985)

No Templo de Florbela-Diana, a Castradora

À noite, em erma torre, um tigre aos pés,
Penteia-se Florbela. Ardentes velas
Citam-lhe a alma gémea do maltês
Coberta da poeira das estrelas.

O templo a chama. Venérea e mediúnica
Vai ao serviço em que a tem a lua:
Corça da deusa que lhe pede a túnica,
O luar a descasca e fica nua.

Sua carne de murta langorosa
Espalha na noite espasmos perfumados.
Nessa nuvem lunática e cheirosa
Castram-se efebos em eiras e montados.

E da mutilação, sangrando a oferenda,
Levam-na, castos, ao templo de Diana
Onde em veados os transforma a lenda
De Florbela, a Artemisa alentejana.

(Natália Correia, 1923-1993, Portugal
in "O Armistício"
Publicações D. Quixote, Lisboa, 1985)

terça-feira, agosto 30, 2005

lâmpada votiva

1. teve lenta agonia a minha mãe

teve lenta agonia a minha mãe:
seu ser tomou-se um puro sofrimento
e a sua voz apenas um lamento
sombrio e lancinante. mas ninguém

podia fazer nada. era novembro,
levou-a o sol da tarde quando a face
lhe serenou. foi como se acordasse
outra espessura dela em mim. relembro

sombras e risos, coisas pequenas, nadas,
e horas graves da infância e idade adulta
que este silêncio oculta e desoculta
nessas pobres feições desfiguradas.

quanta canção perdida se procura,
quanta encontrada em lágrimas murmura.


2. e não queria ser vista e foi envolta

e não queria ser vista e foi envolta
num lençol branco em suas dobras leves.
pus junto dela algumas rosas breves
e a lembrança represa ficou solta

e foi à desfilada. de repente,
a minha mãe já não estava morta:
era o vulto que à noite se recorta
na luz do corredor, se está doente

algum de nós, a mão que pousa e traz
algum sossego à fronte, a voz que chama
para o almoço, ou nos tira da cama,
quem nos trata das roupas, ou nos faz

bolos de anos e as malas, na partida,
e a quem a voz tremia à despedida.


3. agora deu-se à terra o que é da terra

agora deu-se à terra o que é da terra
e as flores amontoam-se em sinal
de ser fugaz a vida, sobre a cal.
e enquanto cada dia desaferra,

com seu sopro bravio virão ventos
e as gaivotas, levando-lhes outras vozes,
uivos do mar, pios, metamorfoses.
nada ela escutará nesses momentos.

haverá fumo e fogo, deslembranças
ecos, recordações, nuvens, ruídos,
outros cortejos tristes, recolhidos,
ali por perto hão-de brincar crianças

num jogo descuidado. um grupo vence-o.
mas fica a minha mãe posta em silêncio.


4. agora donne e vai ficar assim

agora dorme e vai ficar assim,
imóvel e coberta. já regressa
o carro que avançava tão depressa
na estrada por que vou e por que vim

às tantas da manhã. e tresnoitados
meus irmãos aguardavam-me à chegada,
sem esperança ou alegria, sem mais nada,
senão minutos tensos e contados.

depois os rituais, o respirar
tão a custo, os membros que se arqueiam
e distendem, e os vultos que rodeiam
a muda sombra vindo devagar.

beijei-lhe a fronte e fiz-lhe um leve afago:
do pouco que levei, tudo o que trago.


5. poderá ter morrido. ressuscita

poderá ter morrido. ressuscita
neste lugar humano, pobre fio
de água verbal que vai a medo, hesita,
e teme desmedir-se como um rio.

e muita coisa nele se derrama,
dita e não dita, pressentida, densas
aluviões, emaranhada trama
de obscuras raízes e presenças.

virão dias, semanas, meses, anos,
e os ciclos dos astros indiferentes,
mover-se-ão na mesma os oceanos
e as placas que sustentam continentes.

mola do mundo, o coração aviva
a chama desta lâmpada votiva.

(Vasco Graça Moura, n 1942, Portugal
in "Poesia 1993-1995", Círculo de Leitores, 2001)

blues da morte de amor

já ninguém morre de amor, eu uma vez
andei lá perto, estive mesmo quase,
era um tempo de humores bem sacudidos,
depressões sincopadas, bem graves, minha querida.
mas afinal não morri, como se vê, ah, não,
passava o tempo a ouvir deus e música de jazz,
emagreci bastante, mas safei-me à justa, oh yes,
ah, sim, pela noite dentro, minha querida.

a gente sopra e não atina, há um aperto
no coração, uma tensão no clarinete e
tão desgraçado o que senti, mas realmente,
mas realmente eu nunca tive jeito, ah, não,
eu nunca tive queda para kamikaze,
é tudo uma questão de swing, de swing, minha querida,
saber sair a tempo, saber sair, é claro, mas saber,
e eu não me arrependi, minha querida, ah, não, ah, sim.

há ritmos na rua que vêm de casa em casa,
ao acender das luzes, uma aqui, outra ali.
mas pode ser que o vendaval um qualquer dia venha
no lusco-fusco da canção parar à minha casa,
o que eu nunca pedi, ah, não, manda calar a gente,
minha querida, toda a gente do bairro,
e então murmurei, a ver fugir a escala
do clarinete: - morrer ou não morrer, darling, ah, sim.

(Vasco Graça Moura, n 1942, Portugal
in "Poesia 1993-1995", Círculo de Leitores, 2001)

presente do indicativo

entro na cozinha. ela está no meio dos legumes,
lava e enxuga folhas tenras de alface, endívias
de oblonga contextura, corta a cebola às
rodelas, pica um ramo de coentros,
hesita um pouco sobre o roquefort, é certeira no vinagre e no sal,

e prudente no azeite. o ovo cozido espera a sua vez e a
saladeira aguarda na mesa junto aos azulejos brancos.
ela procura os talheres de madeira na gaveta,
pede-me qualquer coisa, a lâmina reluz sobre a tábua, perto do pão.
a preparação da salada requer vários gestos precisos

e uma poética discreta nos brilhos frisados, nos
paladares. pela janela chegam os ruídos da rua,
campainhas de bicicleta, ressaltos de uma bola.
o cão dormita no sofá. uns versos populares comparam
os olhos dela a azeitonas pretas.

(Vasco Graça Moura, n 1942, Portugal
in "Poesia 1993-1995", Círculo de Leitores, 2001)